En el año 1.212, bajo el reinado de Alfonso VIII, se fundó
en Palencia el primer "Studium generale",
precedente de lo que más tarde serían las Universidades.
A estos Estudios Generales y a los que sucesivamente se crearon,
acudían jóvenes de toda condición entre los que
surgieron los SOPISTAS, predecesores de los actuales tunos.
Los sopistas eran estudiantes pobres que con sus músicas,
simpatía y picardías recorrían figones, conventos,
calles y plazas a cambio de un plato de sopa (cosa que les otorgó
el nombre) y de unas monedas que les ayudaban a costear sus estudios.
Cuando anochecía y una vez sonaba la campana de queda o recogida,
salían a rondar los balcones para enamorar a las féminas
que pretendían. Recibían el nombre de sopistas porque de
ellos se decía que vivían de la sopa boba;
siempre iban provistos de cuchara y tenedor de madera, lo que les
permitía comer en cualquier lugar donde se les presentaba la
ocasión. Estos cubiertos de madera eran distintivo de los
sopistas, siendo en la actualidad símbolo de todas las Tunas
Universitarias.
Era esta la versión española de un fenómeno
generalizado en toda Europa durante la Edad Media y que se conoció
con el nombre de Goliardos, los cuales representaban la
bohemia universitaria viviendo como juglares y trovadores.
La primera referencia escrita a los sopistas data del año 1.300
y apareció en el "Liber constitutionem"
de la Universidad de Lérida, donde se prohibía las
rondas nocturnas de los escolares y se condenaba a los rondadores a la
pérdida de los instrumentos, pues rompían el silencio y
descanso de la ciudad.
En 1.348, Alfonso X "El Sabio", se refiere a
los sopistas en "Las Partidas", diciendo:
"Esos escholares que troban y tañen instrumentos para haber
mantenencia".
De la misma época es la obra "Razón de amor y
denuestos del agua y el vino", cuyo autor se retrata en la
introducción: "Un escolar la rimó, que siempre
dueñas amó". Y en ella se alude a las cintas de amor que prenden sobre la capa
del escolar, por una de las cuales una dama reconoce al protagonista en
la oscuridad de la noche.
El Arcipreste de Hita compuso más de diez
pliegos de cantares para "escolares que andan nocherniegos e
para muchos otros por puertas andariegos", y en su
"Libro del buen amor" hace referencia
al carácter mendicante de estos estudiantes: "Señor
dat a escolar que vos viene a demandar. Dat limosna o ración
faré por vos oración".
Fué en el siglo XVI cuando se formaron las tunas tal y como hoy
las conocemos. Los sopistas se acogieron a la
"Instrucción para bachilleres de pupilos"
dictada en 1.538, norma que ofrecía vivienda a los
estudiantes que no podían costearla. En ellas no podían
mezclarse estudios diferentes y eran dirigidas por los estudiantes más
antiguos, a los que se llamaba
"bachilleres de pupilos", pues además
debían apoyar en sus estudios a los bobos o estudiantes nuevos.
Estas casas eran, por sus características, habitadas mayoritariamente
por sopistas, y nunca fueron ejemplo para el estudio serio, y así en
el libro "La vida del Pícaro Guzmán de
Alfarache" encontramos:
- " . . . no querían ver libro, ni atender a lo que
habían venido a la Universidad; jamás se les caían
las guitarras de las manos, daban mucho entretenimiento, cantaban muy bueno
sonetillos y siempre tenían de nuevos, y los sabían hacer muy
bien y pasar el instrumento".
Así, los pupilos que querían formar parte de las camadas
sopistas, se convertían en escuderos de estos a cambio de que les
instruyeran en su arte, lo cual permitía a los sopistas llevar una
vida similar a la de los estudiantes ricos. Los nuevos que esto
decidían, debido a su inexperiencia, eran el centro de la broma en las
correrías de sus maestros, pero una vez terminado el pupilaje, el
nuevo era admitido como uno más, y así en el libro
"Historia de la vida del Buscón" de
Quevedo, se hace referencia a estas costumbres que
todavía hoy perduran:
- "Viva el compañero, y sea admitido en nuestra amistad;
goce de las preeminencias de antiguo; pueda tener sarna, andar manchado y
padecer el hambre que todos!".
Como muy bien expresa D. Emilio de la Cruz y Aguilar en sus
"Chrónicas de la Tuna", "A pesar
del paso y cambio de los tiempos, los tunos siguen siendo viva credencial
de la juventud de siempre, los mismos antiguos juglares y trovadores escolares
que siguen en el mester, los entrañables y nocherniegos universitarios
que, desde hace muchos siglos, sucediéndose a sí mismos,
recorren rondando el mundo, cultivan los instrumentos populares y
practican un género de música entroncada directamente con las
albadas medievales o los cantos escolares pobres, testificando así
este fenómeno cultural único . . . "
Por último, recordar a Jiménez Catalán y
Sinués y Urbiola, historiadores de la Universidad de Zaragoza,
cuando decían que:
- " . . . de estas comparsas de tunos y sopistas salieron hombres
que gobernaron a España y ocuparon puestos preeminentes en las letras,
la política y el foro".
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